La siguiente semana termina el semestre de clases en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador. Al cerrarse este ciclo, quiero reflexionar sobre la formación de los estudiantes de periodismo que se replica en la práctica de nuestro oficio.
Como catedrático me he enfrentado a situaciones difíciles de creer. El plagio es una de ellas. Además de existir mafias que se dedican a comercializar con tareas de semestres pasados, los estudiantes son capaces de inventar personajes, escribir sobre entrevistas que jamás se efectuaron o elaborar perfiles con información alojada en Internet.
Las razones por las que prefieren ‘ficcionar’ la realidad a enfrentarla son un misterio. Lo que más me inquieta es la falta de pasión por el periodismo, la imposibilidad para experimentar la adrenalina del reporterismo o para sentir la satisfacción de firmar un texto bien escrito.
Esta falta de interés se refleja en los trabajos finales. Asistí a un acto en el que se presentaron siete revistas, como productos de la materia Impresos II. Aunque los estudiantes se esforzaron, es fundamental mejorar la calidad de estos materiales. En algunos casos los fondos de página son tan opacos que dificultan la lectura, las fotos están amontonadas o las columnas no tienen equilibrio.
Después de estas evidencias son aún más oportunas las palabras de Gabriel García Márquez: “la formación debe estar sustentada en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón”.
Roque Rivas Zambrano
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