Adriana Amado, periodista argentina.
https://noticias.perfil.com/. Por estos días, cuesta seguir el ritmo de las confrontaciones públicas de Javier Milei. Ministros, gobernadores, exaliados, artistas, periodistas: todos pueden convertirse en blanco de sus tuits furiosos, aderezados con mayúsculas, insultos y emojis. Pero si hay un adversario persistente, casi estructural, en la narrativa presidencial, es el periodismo. A él le dedica apodos, burlas, acusaciones de corrupción y operaciones. Lo hace con nombre y apellido o a través de etiquetas como “ensobrados”, “sicarios mediáticos” o “mercenarios del statu quo”. El discurso no es nuevo, pero sí sistemático. Y en esa insistencia, se revela una estrategia más que una reacción impulsiva. La investigadora en comunicación Adriana Amado, una de las voces más lúcidas para pensar el vínculo entre medios y poder en la Argentina, fue clara: “El periodismo es el blanco preferido del poder”. En el caso de Milei, esa preferencia se convierte en obsesión. Lo paradójico es que ataca a los medios, pero no para deslegitimarlos por completo: necesita que existan para confrontar con ellos. “No se odia lo suficiente al periodismo”, ironizó Amado, para explicar que si bien el discurso libertario dice despreciarlo, lo sigue alimentando como un actor relevante al que vale la pena golpear.
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