miércoles, 18 de septiembre de 2024

Brasil: El periodismo de territorio es una alternativa para combatir los desiertos mediáticos

La mitad de los municipios brasileños está en una situación de desierto mediático, ya que el acceso a la información local es inexistente o extremadamente escaso. 

https://www.g20.org/. Casi la mitad de los municipios brasileños son desiertos mediáticos -zonas en las que no hay medios de comunicación que representen a la prensa local en ninguna plataforma y que se dediquen a cubrir lo que sucede en la región-. Las cifras están disponibles en el Atlas de Noticias, una investigación que realizó el Instituto para el Desarrollo del Periodismo (ProJor), y se refieren al año 2023. Creado por el periodista Alberto Dines, el ProJor es hoy en día una de las principales iniciativas de investigación sobre el periodismo en Brasil. ¿Qué sucede en un desierto mediático? Nadie lo sabe. Al tratarse de localidades menos pobladas y que a menudo están lejos de las capitales, estas ciudades y pueblos quedan fuera de la cobertura de los grandes medios de comunicación.


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Periodismo y los gajes del oficio

 
Gabriel García Márquez calificó el periodismo como el "mejor oficio del mundo".

Leonardo Parrini, https://www.lapalabrabierta.com/. En el periodismo nacional hay vidas de primera y vidas de segunda. Los primeros, por lo general, todos tienen diplomados universitarios, fueron ungidos con toga, discurso y champagne. Y los segundos, algunos mercenarios de profesión, son de rostro inalterable, no registran emociones, no se sorprenden con casi nada, ni siquiera con la asignación periodística a sueldo bajo ropaje de opinólogos con que ejercen la columna diaria o semanal en el pasquín de turno para subvertir la verdad, esa prestigiosa forma de vanidad con que fungen de inteligentes, de versados, de leídos. Qué importa, si la verdad no suele importarle a nadie. En su mester de clerecía, según entienden el periodismo, escriben para los suyos casi siempre con caligrafías célebres pero enmarañadas, convencidos de que no convencen a nadie más allá de su círculo próximo. Al final del día, duermen conformes con haber recibido los likes de sus fans. Ganan en engreimiento personal insuflado y el medio en prestigio inflado, como globo con helio que los eleva, pero también los puede asfixiar en la atmósfera de la mentira. No los perturba el fundamento de que la mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor. Una suerte de perversión por la masificación de escuelas que siguen la línea viciada de lo informativo en vez de lo formativo. Mester de opinólogos que nunca hicieron un reportaje que siempre tuvimos como el género estrella, pero que es también el que requiere más tiempo, más investigación, más reflexión, y un dominio certero del arte de escribir. Para ellos les es ajeno: el mal periodista piensa que su fuente es su vida misma -sobre todo si es oficial- y por eso la sacraliza y la consiente de manera acrítica.


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Periodismo en Chile: Pelear, educar, informar e influir

Alfredo Sepúlveda autor del libro 'Historia del periodismo en Chile', en Santiago (Chile). En julio de 2024. (Sofía Yanjari).

El País. Arma de la política, instrumento para la educación de las masas, vehículo de la verdad objetiva o herramienta para fiscalizar a los poderes del Estado. A lo largo de nuestra vida republicana el periodismo se ha comprendido de distintas maneras, aunque una constante en esta historia ha sido la intensa y no siempre fácil relación que este oficio ha mantenido con el poder. En su reciente y ambiciosa Historia del periodismo en Chile (Sudamericana), el escritor Alfredo Sepúlveda nos relata de manera entretenida y equilibrada el devenir que han debido sortear medios y periodistas desde que, en los albores de la Independencia, Camilo Henríquez comandara con ímpetu revolucionario la labor de la Aurora de Chile. Al mismo tiempo, las pugnas entre el Gobierno del presidente Boric con los medios o el rol que el periodismo puede jugar cuando explotan acusaciones masivas de corrupción, como lo hemos visto estas semanas, hacen que estas reflexiones gocen de particular actualidad. El libro sigue de manera cronológica los principales hitos de esta historia hasta llegar a nuestros días. El ejercicio es difícil, pero Sepúlveda logra su cometido de manera más que satisfactoria. Así, conocemos las peripecias del ya mencionado Henríquez, de Andrés Bello, Francisco Bilbao, los distintos Agustín Edwards, Luis Emilio Recabarren o Darío Sainte Marie a la hora de fundar, dirigir o escribir en diversos medios, aunque también le sigue los pasos a personajes menos conocidos que estuvieron detrás de proyectos que aún resuenan en nuestra memoria, como El Chileno, El Ferrocarril, El Diario Ilustrado, Zigzag o El Peneca, entre muchos otros proyectos informativos que pueblan las páginas de este libro. El centro, eso sí, está puesto en la relación que el periodismo ha tenido con la política, un vínculo que nunca ha sido sencillo, pues la censura o las amenazas de los órganos de poder siempre han tendido a aparecer cuando la divulgación o el análisis de los engranajes del Estado o de hechos poco decorosos de los dirigentes asoman en páginas y pantallas.


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