Bastante se
compartió sobre los 11 días del paro nacional en Ecuador. Hay reflexiones en
Facebook, noticias falsas, contrastadas, fraccionadas…El caos que se produjo a
nivel político, económico y social, también se trasladó a la dimensión informativa.
Se establecieron
bandos: quienes estaban a favor de la medida de hecho y los que se quejaban de
no poder ir a trabajar debido a la paralización; aquellos que defendían a la
Policía y los que la llamaban asesina; los preocupados por el ornato de la ciudad
y los defensores de los grafitis como manifestación de rebeldía. Mientras esto
pasaba, y los manifestantes se enfrentaban a los uniformados en medio de gases
y perdigones, una bandera blanca circulaba entre el tumulto, neutralizando todo
y abriendo camino a su paso. Los portadores de este símbolo eran los
estudiantes de medicina, que jugaron un rol fundamental en la atención a
heridos en los días de mayor conflicto.
Además, fueron los
que formaron un cordón humanitario, para evitar que las bombas lacrimógenas
invadieran los centros de acogida. Estos jóvenes, que no se colocaron en ningún
extremo, tenían claro que su misión era salvar vidas y prestar atención a quien
la necesitara.
María Fernanda
Mejía, una periodista que estuvo cubriendo lo que sucedía durante el paro,
escribió un texto imprescindible, publicado por La Barra Espaciadora, en el que
relata la función de las brigadas, a partir de los testimonios de voluntarios
que calculan haber atendido a unos 80 heridos diarios, mientras duró la paralización:
contusiones, ablaciones, esguinces, ahogamiento por gas, fracturas y
politraumatismos.
Después de leer
esta crónica, reflexioné sobre los momentos convulsos, esos en los que sale a
flote lo peor y lo mejor de los seres humanos. Los brigadistas, por ejemplo,
fueron solidaridad, esa luz de bengala en medio de la oscuridad.
Roque Rivas Zambrano
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La Barra Espaciadora. La mala memoria, el
racismo rampante y una sociedad marcadamente clasista explican los doce días de
caos que ha vivido Ecuador. Su capital, Quito, se convirtió en un escenario de
guerra en el que hordas de delincuentes se mezclaron con una masiva protesta protagonizada
por el movimiento indígena. La lucha feroz por recuperar, mantener o alcanzar
poder se sobrepuso a la legítima necesidad de los pueblos ancestrales de
reclamar el respeto y el cumplimiento de sus derechos fundamentales,
históricamente pisoteados.
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