Durante el paro
nacional se cuestionó el papel de los medios de comunicación: las cosas que no
fueron transmitidas por priorizar una programación rellena de farándula y
caricaturas infantiles; los titulares tendenciosos ocupando espacio en
portadas; opiniones de entrevistados interrumpidas por resultar
“inconvenientes” para los presentadores…
Todo generó debate
y, en ocasiones, hasta se convirtió en motivo de agresiones a periodistas. Lo
que llevó a lectores a emplear etiquetas como #prensavendida es la percepción
de que los medios no transmitieron “la verdad” y que, en su lugar, difundieron
información sesgada.
Ante estos
señalamientos, reporteros alegaron que su fin era evitar reproducir “noticias
falsas” como las que circulaban en las redes sociales, que, paradójicamente,
fueron las plataformas idóneas para que los medios alternativos transmitieran
en vivo.
La crítica lleva a
reflexionar sobre uno de los criterios más polémicos del periodismo: el de
objetividad. Se ha evidenciado que “mostrar la realidad tal cual es” no es más
que un mito. Si bien este es un ideal para cualquier periodista, es innegable
la influencia del factor subjetivo que marca la mirada desde dónde se decide
contar un hecho. Cada persona está histórica y socialmente determinada.
En el caso de los
periodistas jamás narrarán un suceso como se manifiesta de primera mano. Lo
harán, sí, desde un enfoque específico, que tiene que ver con la línea
editorial incluso, y seleccionarán la forma y el contenido de los mensajes
dentro de un abanico amplio de posibilidades combinatorias.
En este contexto,
¿de qué lado está el periodismo? Para mí, el periodista debe estar del lado de
quienes no tienen voz. La responsabilidad de esta profesión será siempre la de
cuestionar al poder…
Roque Rivas
Zambrano
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