Durante los
acontecimientos en Chile, los periodistas han tenido una responsabilidad
enorme: la de informar. Aunque parezca obvio, porque es su tarea, en muchos
casos se hizo desde la anécdota, mostrando el caos sin un análisis de por qué
estos hechos.
Marcela Aguilar,
decana de la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales
en Santiago, escribió un artículo donde afirma que la crisis hizo que los
ciudadanos se volcaran a la televisión, la radio, los diarios, sitios web de
noticias y redes sociales, hambrientos de saber, de entender. Y también de
compartir, apoyar y hacer comunidad. Sin embargo, para la especialista, esta
situación también dejó al desnudo las debilidades del oficio, sobre todo
evidenció la dificultad para comprender y contar los problemas sociales.
Este contraste,
lejos que ratificar las suposiciones de que el periodismo va a desaparecer,
reafirmó que se trata de una necesidad indispensable para distinguir lo cierto
de lo falso, dar contexto y sentido a los acontecimientos.
Según Aguilar, el
periodismo chileno “había perdido músculo”, por lo que “le costó reaccionar,
adoptar el tono adecuado, tomar las decisiones correctas”. Fue la presión de la
ciudadanía lo que los obligó a recuperar el ritmo. Eso, para Aguilar, es
esperanzador.
Leer trabajos como
‘La primavera de Chile’, en Publimetro; ver imágenes como las de “la marcha de
los descontentos que desbordó Santiago”, en Ciper; los testimonios de ‘Chile:
los ciegos que dejó la represión’ o la desgarradora historia de ‘La muerte de
un trabajador que nadie quiso contar’, en Cosecha Roja, es suficiente para
palpar el malestar social ante la desigualdad y las huellas de la impunidad
detrás de la represión policial. Es bastante para confirmar que otro periodismo
es posible.
Roque Rivas
Zambrano
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