Jon Lee Anderson, periodista de Estados Unidos.
Sebastiaan Baber, Ctxt: Texto y Acción. Jon Lee Anderson, reportero intrépido, lleva 45 años viajando por las zonas más conflictivas del mundo contándonos lo que ve. En lengua inglesa -y quizá a nivel mundial- Anderson (1957) es quien mejor encarna el legado de Egon Erwin Kisch (1885-1948) y Ryszard Kapuściński (1932-2007). Lo que impulsa sus crónicas, además de una insaciable curiosidad, es un compromiso periodístico con la verdad, radicado a su vez en dos elementos clave: la subjetividad del autor, que se niega a esconderse detrás de una máscara objetivista, y un humanismo solidario que se asume, de modo natural, como una forma de antifascismo. Al igual que Kisch y Kapuściński, Anderson es un nómada nato. Aunque esta tarde de diciembre lo he pillado en su casa inglesa, solo se trata de una breve tregua entre viajes. Hace semana y media, cuando le envié un whatsapp para quedar, estaba terminando un largo reportaje sobre la Argentina de Javier Milei para la revista The New Yorker. Desde entonces ha pasado por España, donde en tres días dio más de 20 entrevistas para promocionar su nuevo libro. Hoy está a punto de salir de nuevo, primero a Miami y, después, a Brasil, por dos reportajes en fases diferentes de desarrollo. “A sus colegas y amigos nos ha parecido alguien en perpetuo movimiento: en Argentina una semana, en Oriente Próximo apenas unas semanas más tarde, en África al cabo de un mes”, dice el escritor David Rieff en el prólogo a He decidido declararme marxista, el primer volumen de lo que serán dos colecciones -casi 1.500 páginas en total- de crónicas traducidas al castellano. "Como periodistas, tenemos que ser más militantes a favor del periodismo y, por ende, de la democracia. Salir en su defensa. El periodismo está perdiendo terreno desde que la recesión de 2008 produjo la crisis de nuestro modelo económico. Pero no hace falta que nos consideremos apóstoles de la libertad para asumir que el periodismo es la savia de la democracia. Tenemos que crear nuevos públicos. Buscar el contacto con las personas que han dejado de creer en nuestro trabajo, o que no suelen leer o escucharnos. Hacer calle, dijo Lee.
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