Juan Cruz, periodista español.
https://www.gorkazumeta.com/ Un poeta del sonido y del mar, Rafael Alberti, dejó dicho que él había nacido con el cine, igual que Greta Garbo o casi igual que Charles Chaplin, que nació cuando el cine no hablaba. Modestamente, yo nací con la radio. La radio es mi vida. Gracias a la radio estoy vivo, o gracias a la radio confieso que he vivido. Y tardó en llegar, como tardan en llegar, a las casas pobres, el bienestar, el dinero o la alegría. Mi casa estaba, antes de nacer yo, en cuanto se casaron mis padres, junto a un barranco cuyo sonido habitual, tremendo, era el resplandor sonoro de las aguas indómitas que venían del Teide e iban a dar a la mar, que es el fin de todas las islas. En aquel ambiente de novedad de los recién casados, junto a ese universo de fuego y de lluvia que era la vecindad de una foguetería, mis padres se hicieron a la casa como si se la estuvieran haciendo de nuevo. El amor, cuando comienza, recibe de los lugares que uno habita la bendición del futuro, y en un momento determinado de ese encuentro milagroso ya se da cuentan los amantes de que a la vida hay que darle mucho más que esos abrazos. Mi padre era, decía mi madre, “un hombre armado en el aire”, se creyó un negociante y poco a poco se dio cuenta de que sólo era un camionero al que se le hacían cortas las horas que debía dedicarle a esa labor si quería llevar a la casa el sustento que, poco a poco, tenía que ir completando la comida de los chicos. Éramos pobres pero, esto me decía mi madre cuando ya éramos adolescentes, habíamos sido casi ricos. De hecho, decía, dentro de esa cómoda que dura hasta hoy en mi casa de nacimiento había dinero y dinero, fajos y fajos de dinero, hasta que un negociante más avispado, y más artero, le pidió un favor, es decir, que le firmara una letra de favor, el negociante agraciado con el préstamo de mi padre decidió irse a Venezuela para evitar persecuciones por otras deudas, y ya mi padre, mis padres, tuvieron que vivir casi la vida con aquella cómoda vacía de casi todo, hecha tan solo para guardar la ropa que reponían de tanto en tanto, como pobres que éramos y que seríamos.
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