Ander Iñaki Oliden, director adjunto de elDiario.es.
elDiario.es. Probablemente haya lugares mucho más seguros, pero cuando pasa algo excepcional, no hay ninguno más emocionante que una redacción. Sucede siempre, ya sea por una pandemia, por una gran nevada, también si llega el apagón total, como sucedió este lunes. Mientras la mayoría de la población se ocupa de lo fundamental, su seguridad y la de su entorno, es habitual ver a los periodistas corriendo hacia el trabajo una vez que han puesto a salvo a los suyos.
Cuando se produjo el cero absoluto, la redacción de elDiario.es empezó a llenarse de gente donde todo el mundo hizo de todo. Desde redactores que suspendieron sus vacaciones a compañeros de publicidad que ofrecían los móviles u ordenadores que todavía funcionaban. Se cambió el teletrabajo por la compañía en la redacción.
Había pocas cosas que se pudieran hacer en la sede de un diario digital, sin wifi, sin electricidad, sin apenas móviles que funcionasen. La primera reacción fue la misma que en las casas: “¿Se ha ido la luz? ¿Es solamente aquí o en todo en el edificio?” Justo enfrente de nuestras ventanas, los neones apagados de Callao dieron pistas de que era un problema general, de toda la calle, tal vez de la ciudad entera.
Mientras funcionaron algunas antenas, los compañeros de las ediciones fuera de Madrid empezaron a anticipar lo que venía: habían caído Santiago, Zaragoza, Andalucía, parecía que también Portugal…
Pasaron los minutos, los teléfonos dejaron de tener acceso a la red, se colocó una radio analógica en el centro de la redacción y nos pusimos a trabajar. Sabiendo que la desconexión no afectaba a Baleares y Canarias, teníamos dos redacciones desde las que poder publicar. También tenía cobertura Natalia Chientaroli, enviada especial al Vaticano para contar el funeral del Papa y lo que vendrá después.
El resto de los compañeros, en Madrid y en todas las sedes de elDiario.es del resto de España se lanzaron a la calle. Hubo párrafos escritos a mano, con boli y papel, como toda la vida. Gente que se repartió por hospitales, colegios, gasolineras, estaciones, aeropuertos, incluso un bus turístico. A falta de información oficial, se trataba de recabar testimonios de lo que estaba pasando, asegurarse de que funcionaban los servicios básicos, comprobar que volvía a salir lo mejor de mucha gente y lo peor de algunos negocios…
En mitad de ese desorden, alguien pensó en el avituallamiento, porque entre todas las incertidumbres había una fundamental: cuánto iba a durar este episodio inaudito. Se bajó a por comida sana y fruta en un primer momento y, cuando pasaron las horas, llegaron los embutidos, los donuts, las chocolatinas, incluso las gominolas. Los podcast y las series nos habían contado cómo sería el gran apagón, en la redacción de elDiario.es podría resumirse como improvisación azucarada.
Con semejantes herramientas, elDiario.es contó la parálisis del país durante muchas horas: emitiendo desde Baleares, desde Canarias y desde un ordenador en Roma. Nuestras ediciones locales volvieron a ser esenciales: cuando una parte del país se iba recuperando, primero Euskadi, después Catalunya y Andalucía se pusieron manos a la obra. En la redacción de Madrid un pequeño grupo de periodistas aguantó (a oscuras) hasta última hora para retomar la normalidad. Mientras otros medios ubicados en Gran Vía celebraban la llegada de la luz, en el Palacio de la Prensa seguíamos con una linterna -recien comprada en el ultramarinos con dinero en efectivo- y con unas rayitas de cobertura de vez en cuando. ¿Pudo ser el último edificio de la calle en tener electricidad? Es otra de las grandes preguntas que deja en el aire el apagón.
En la redacción de elDiario.es vimos encenderse los neones de Callao, pero no los ordenadores de la oficina. La portada vio la luz, pasada la medianoche desde nuestras casas. Horas después, muy de madrugada pudo acabarse el podcast.
A primera hora del martes publicamos cómo fue la noche en las estaciones y una información para desmontar los bulos que corren por las redes y siembran más confusión en situaciones de crisis. Y tras haber dormido menos que otras veces, seguimos trabajando para actualizar toda la información de otro acontecimiento distópico.
Gracias infinitas a quienes que hicieron posible el “Periodismo, a pesar de todo”. Y a los que estuvisteis ahí, al otro lado, cuando la luz y la conexión a internet fue volviendo a donde estabais.
Desde elDiario.es hemos decidido abrir toda nuestra información para que llegue también a los lectores que no pueden pagar, en un momento en el que siguen aumentando los bulos. Si puedes, únete a quienes nos apoyan para seguir informando con independencia. Sin personas como tú, esto no sería posible.
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