Una persona consulta la web de EL PAÍS en una ‘tablet’. (Foto de Jaime Villanueva).
El País. Hace ya unas semanas que EL PAÍS superó los 400.000 suscriptores, una cifra importante y muy simbólica contra el escepticismo o el derrotismo ambiental: hoy ya están dispuestos a pagar por este periódico el mismo número de personas que lo hicieron en el momento de mayor éxito de su apabullante etapa analógica, según los datos de difusión media de lunes a sábado de aquel tiempo. Una época anterior a las tormentas tecnológica, económica y de credibilidad, que se han abatido sobre la prensa escrita en este siglo XXI hasta poner en riesgo su sostenimiento. Es una señal que nos llena de optimismo ante un futuro en el que tenemos la obligación no solo de existir sino de continuar siendo relevantes, influyentes y, sobre todo, útiles a sociedades enfrentadas como nunca a la confusión entre realidad y ficción. Nuestros 400.000 suscriptores señalan a un número creciente de ciudadanos que consideran el periodismo digital de calidad -hecho por profesionales que conservan todos los protocolos del oficio pero que apuestan con fuerza por la innovación- el mejor instrumento para conocer la realidad en medio de la nube tóxica en la que se ha convertido la comunicación en la era hiperconectada. Buena noticia para EL PAÍS, para el periodismo en español y para todo el sector.