Álvaro Terán, periodista ecuatoriano.
Alvaro Terán, Facebook. No sé por cuánto tiempo siga haciendo periodismo. Quizá no es lo mío. Suelen decir que con esta profesión encima no soporto nada, ni a nadie. Y es verdad. No puedo ni quiero ser indiferente.
Desde la discreción de un medio que se diluye entre presiones y amenazas trato de hacer lo mío. Escribir. Y, a veces, encuentro que no basta con eso. No es suficiente.
En la universidad los profesores decían que este oficio no salva vidas y, mira que estaban en lo cierto. No he podido salvar ni la mía, pero sí puedo dar fe de algo: Supermán es el único que salva vidas siendo periodista. Los demás luchan por algo más importante: rescatar la dignidad y decencia de quienes mueren, están por morir o, simplemente, evitan morir.
Y la gente dedicada a ese oficio, en su gran mayoría, no pide favores. No quiere ser reconocida. No pretende vivir las mieles de la fama. No busca la pauta de Carlos Vera, La Posta o La Data. Solamente quiere trabajar en paz.
Curiosamente, es lo menos frecuente en estos días. El Paro Nacional desnudó a una sociedad profundamente indiferente y despectiva, que odia, con vehemencia, al periodismo.
Policías, militares, ministros, manifestantes, asambleístas, presidentes, criminales y una larga, muy larga lista de Carolinas Jaramillos odian al periodismo y a quienes lo ejercen. Con gases, golpes, toletazos, insultos, amenazas, presiones, censura, represión y precarización intentan silenciar a quienes, por convicción, no negocian el silencio.
Quizá hoy no me toque a mí, pero tengo la absoluta seguridad de que ese día llegará y cuando sobrevenga la horrenda sombra de la censura y tenga que sufrir lo que hoy sufre Santiago, Kike, Gaby, Andrés, Jorge, Elena, Pamela, y decenas de colegas y amigos, seguiré resistiendo y combatiendo, tal como ellos lo hacen, con una sola arma: la palabra.
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