No es nuevo: las tecnologías cambiaron la forma en la que
relacionamos. Diez años atrás las personas tenían termómetros afectivos
distintos. Los abrazos, encuentros y detalles solían ser indicadores de
vínculos, señales de una posible relación. En la actualidad, con la utilización
de las redes sociales los parámetros son otros. Los ‘likes’ o los ‘me encantan’
son indicios inequívocos de las asociaciones.
El factor numérico se volvió sinónimo de impacto. Esta
dinámica no está confinada únicamente al campo de las relaciones; el
periodismo, por ejemplo, juega la misma lógica. En los medios de comunicación
calcular el alcance de las noticias, a partir del número de lecturas, ‘retuits’
o ‘me gusta’ en Facebook, es una obsesión. Generar contenidos vacíos, pero de
interés general, para darle movimiento a los portales, es la regla que se
estableció de a poco.
Sin embargo, esta estrategia no es del todo efectiva. Al
usarla se deja de lado la parte cualitativa y, por lo tanto, es complejo
determinar la trascendencia de los textos.
Pedro Burgos, investigador brasileño, desarrolló
Impacto.Jor, un programa que mide los efectos que un reportaje genera: desde
cartas de agradecimiento de lectores hasta la modificación de una ley. Este
modelo, que permite a los periodistas hacer un seguimiento de su trabajo y
entender cómo una nota periodística está generando debate público, está en uso
en cinco redacciones de Brasil: Gazeta do Povo, Folha de S. Paulo, Veja, Nexo y
Nova Escola.
Aunque la adaptación de reporteros y editores fue difícil la
experiencia es positiva. Entre los logros resalta una mejor organización
interna, nuevas estrategias de medición de productividad y, sobre todo, más
insumos para evaluar la línea editorial y proponer innovaciones que impacten.
Roque Rivas Zambrano
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