Naty Rivas Sozinha. Hoy la Navidad es triste. La noticia de la muerte de
Raulito la torna gris. Fue un gran ser humano y un maestro de fotoperiodismo,
humildad y amistad. Hace 10 años, cuando entré a trabajar en La Hora, Raulito
era mi compañero en casi todas las coberturas. Me compraba siempre golosinas en
el camino y, en las tardes, después del cierre, tomábamos café con pan.
Me sorprendía la agilidad con la que se movía, con la que
se bajaba del auto para adelantarse a ver lo que estaba sucediendo; su ojo para
capturar los acontecimientos. Pero sobre todo su memoria, el conocimiento que
tenía de las calles, los personajes, la historia gráfica de la ciudad. De
Raulito aprendí mucho y por él también quise comprar mi primera cámara semi
profesional.
La última vez que conversé con él fue durante los meses
de aislamiento, estaba cansado del encierro, pero se las arreglaba recorriendo
los espacios de su casa. Le hablé de los tiempos de la fotografía análoga, le
pedí que me contara sobre sus hazañas de revelado en el estadio, cuando cubría
con una funda de basura los líquidos y hacía ese proceso a ciegas. Ahora solo
me queda ese instante, el de las risas, los recuerdos y la promesa de vernos
para hacer un documento sobre su vida.
Buen viaje querido Raulito.
Siempre lo llevaré en mi corazón como uno de los mejores
amigos que el periodismo me regaló.
Navidad triste. ¡Adiós a Raúl Lluno!
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