viernes, 24 de febrero de 2017

Elecciones: Odio ‘online’


La coyuntura política generó severos enfrentamientos entre usuarios de redes sociales. Insultos, ataques, discusiones violentas dominaron estos espacios, convertidos en plataformas para evidenciar el descontento ante el proceso electoral que vivió el Ecuador desde el domingo pasado. 

El conteo de votos fue uno de los detonantes. A raíz de que el CNE desglosó los resultados por provincia, muchos se concentraron en atacar a Manabí, donde Lenín Moreno obtuvo el 53, 82% de los votos frente a 17, 96 que consiguió Guillermo Lasso. 

Frases como “No vuelvo a Manabí a dejarles un dólar”, “Devuelvan los atunes”, “Manabí te mereces otro terremoto” o “Ni el terremoto les acomodó las neuronas”, circularon a través de Twitter y Facebook. En estos mismos circuitos se difundió un audio en el que se ofende a los manabitas. Estas declaraciones se le atribuyeron a César Monge, director nacional del movimiento Creo. 

Los agravios generaron diversidades de respuestas, concentradas bajo una etiqueta que se convirtió en tendencia: #ManabíSeRespeta. 

Este enfrentamiento es un ejemplo del discurso de odio que se reproduce en las redes sociales. Recientemente, en el portal Clases de Periodismo, se publicó un artículo en el que se comenta que, según estudios científicos, un individuo tiene aproximadamente 60 mil pensamientos al día, de ellos la mayoría son negativos. 

Las redes sociales son sitios que estimulan a quienes las emplean a publicar constantemente lo que están pensando. Expertos en el tema coinciden en que el anonimato es una de las condiciones por las que la gente expresa rencor, dice mentiras y se aprovecha de la “libertad de publicar” para violentar derechos. La falta de una regulación de estos espacios (y de consecuencias para los que atacan) es otro aliado del creciente y peligroso odio “online”.

Roque Rivas Zambrano
roque@lahora.com.ec
roque1rivasz@gmail.com
salvataje@yahoo.com


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Un periodista ‘limpiavidrios’

Dalton Herrera, periodista.

Dalton Herrera, Santo Domingo, República Dominicana.- Son las 8:00 de la mañana de un domingo nublado y la esponja empapada de agua y shampoo cae sobre el vidrio de un carrito público que circula entre las avenidas John F. Kennedy y Máximo Gómez. Era mi primer cliente del día y ya era recibido con un insulto del conductor.

El chofer encendió el parabrisas y me tumbó la esponja al pavimento; aceleró y me lanzó el vehículo casi encima. Cuando creí que la situación no podía empeorar más, miro hacia mí alrededor y veo que mis nuevos compañeros “limpiavidrios” me observan con detenimiento. Hasta ese momento, el miedo y la vergüenza ya eran mis amos supremos.

“¿Tú no eres de este país, verdad. Tu pareces venezolano y que nunca has limpiado vidrios”, me dice uno de ellos. Me sorprende su afirmación. Aun así, no lo pienso mucho y respondo que sí para seguirles la corriente. En ningún momento se imaginaron que en el puente peatonal, ubicado en esa intersección, se encontraba el fotógrafo Víctor Ramírez, mucho menos sospecharon que yo era un periodista. 

A pesar de que yo portaba un pantalón jean con grandes agujeros, un t-shirt  negro que con el tiempo se volvió gris, el tenis roto y una gorra deformada; no parecía formar parte del conglomerado de “limpiavidrios” que siempre trabajan bajo sol y sereno, y que utilizan a diario las mismas franelas desmangadas, bermudas desgastadas y las chancletas que dejan al descubierto sus dedos mugrientos.

Mi acento dominicano pasó desapercibido ante la percepción de que yo era un extranjero. Irónicamente, para ellos yo no invadía su espacio, por el contrario, se ofrecieron a ayudarme...


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