miércoles, 4 de septiembre de 2024

Gerardo Albarrán: 'Para hacer periodismo no se pide permiso'

Gererdo Albarrán, periodista mexicano.

https://miquelpellicer.com/. Soy periodista, miembro del consejo directivo de la Organization of News Ombudsmen y he sido el primer Defensor de la Audiencia de un medio electrónico comercial en México. Soy director de Saladeprensa.org. He sido miembro también del consejo editorial de la edición mexicana de Le Monde Diplomatique, del Committee to Protect Journalists. Como autor, he publicado los libros: Croniques de la Gouvernance 2007, (Institut de recherche et débat sur la gouvernance, Paris, 2007); Explorando el ciberperiodismo iberoamericano (ITESM-CEM/CECSA, Grupo Patria Editorial, 2002); Internet, el medio inteligente (ITESM-CEM/CECSA, Grupo Patria Editorial, 2000); Los presidentes en su tinta (Ediciones Proceso, 1998); Crónica de una campaña (Plaza & Janés, 1997); Hasta siempre, Heberto (Centro de Estudios de la Revolución Democrática, 1997) y La muerte del cardenal (Planeta, 1994).


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Gerardo Albarrán de Alba, https://fundaciongabo.org/. El subdirector del periódico me llamó a su oficina para ordenarme eliminar unos párrafos de mi columna semanal. Específicamente, aquellos en los que yo cuestionaba prácticas viciadas de algunos medios y de muchos colegas. Traté de defenderme.

-¿Por qué? ¿Acaso no es cierto lo que he escrito?
-Sí, pero perro no come perro –me increpó.

No borré nada y opté por no pubicar el texto. Dejé de escribir esa columna, que era más un divertimento personal que una pieza periodística de coyuntura. Era mediados de los 80 y yo era entonces un joven jefe de redacción de un diario nacional. Hoy todavía no puedo sacarme de la cabeza la imagen bestial y canibalezca de caracterizar mi profesión.

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¿Para qué diablos estudiar periodismo?

 
Reinaldo Spitaletta, periodista colombiano.

Reinaldo Spitaletta, El Espectador. Ser periodista, en otros tiempos incluso más agitados que los de ahora, creaba una aureola de libertad, de defensa de los oprimidos, de ser la voz de aquellos que el poder silenciaba. Había ejemplos significativos que, a su vez, motivaban a las nuevas generaciones a interesarse por un oficio (hubo hipérboles como la de ser el “oficio más bello del mundo”) que pujaba por establecer, como cualquier filósofo, qué era la verdad. No era para héroes, pero sí para gente sensible que, ante todo, tuviera claros los significados y alcances de la libertad de pensamiento. Una profesión, surgida de los aposentos intelectuales de la Ilustración, que se fue perfilando como un símbolo de la libertad y los derechos adquiridos en lizas históricas, algunas muy sangrientas, visibilizó a los protagonistas de gestas obreras (como la de los Mártires de Chicago), de huelgas, en las que, por ejemplo, hubo reporteros como John Reed, que alcanzó a estar del lado de la historia de los humillados.


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