viernes, 23 de abril de 2021

Pedrito: El señor de las llaves (Facso)

Pedro Simbaña Guamán (derecha) y Juan, compañero de la Facultad.

Hugo el Búho. Era una especie de San Pedro, el Pedrito. Él era el dueño de las llaves de las aulas y oficinas de la FACSO. Un San Pedro de cielos e infiernos académicos. Pedrito lo sabía todo de todos. Era un baúl de secretos que nunca se abría: una especie de guardián de afectos, dolores, conflictos políticos y cotidianos que se tejían entre alumnos, empleados y profesores. Todos lo recuerdan por su gran corazón, por su amabilidad a toda hora y por su sonrisa las veinticuatro horas del día. Así era el Pedrito, ponía buena cara, incluso, a quienes detestaba. 

“En esta Facultad cómo pelean”; así me contaba mientras barría uno de los pasillos. Cuente, cuente: ¿quién, cómo, dónde, por qué? “Se dice el pecado, pero no el pecador”. Pero, Pedrito, usted sabe que acá los comunicadores de todo hacen noticia. “Usted ya se debe imaginar, no se haga. A veces las peleas entre docentes me hacen acordar a pasión de gavilanes”. Y se reía sin mencionar a ningún pecador.

Pedrito, hágase un bien. Me han cerrado la puerta estos guambras. “No les aburra pues, Huguito”. Y se reía. Una vez, mientras descansaba en las gradas cerca de la biblioteca, recordaba que ya eran casi 25 años de trabajar ahí. “Aquí los chicos y las chicas son bien inteligentes, tienen criterio, y lo bueno es que son del pueblo, ¿no cierto? Y saludan, son educados. ¿Y por quién votó? Usted tiene pinta de ser correísta, ¿o es chino? ¿o Conaie? Aunque me cuentan que usted de todos se queja; es un saco de quejas”. Y se reía.

Una vez, hace muchísimos años, coincidimos en un evento social en Carapungo. Yo tenía que recrear a unos niños, y él, junto a su familia, se encargaban de la alimentación y la limpieza. Cuando se terminó el evento, me brindó una copa de licor, mientras me decía: “chistoso ha sido usted. ¿Con estas chauchas se paga la Universidad? Dejará una tarjetita para recomendarle”. Y se reía. Como se reía cuando miraba estudiantes suplicando a alguna profesora porque le faltaba un punto. Cuando algún docente se olvidaba de timbrar, o cuando sorprendía in fraganti a uno o dos o tres alumnos, haciendo alguna travesura propia de su edad, en los baños. “Son terribles. Yo de papá les mando a trabajar”. Y otra vez se reía.

Hoy que el Pedrito se nos fue, las llaves sonarán de la nada, y nos recordarán a un hombre que, con su sencillez y su don de gente, supo ganarse nuestra admiración. ¡Buen viaje, Pedrito! Guardará las llaves de cada docente, de cada trabajador de la Facso, para que cuando nos llegue la hora, las puertas -rojas, negras o blancas- se abran con su eterna sonrisa.


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-Pedrito acolite, le dije.

-No puedo, me dijo.

-Yo me hago responsable, usted me dice hasta donde, hasta cuándo y cuánto.

-Bueno, pero no me haga quedar mal.

Así lo conocí, nos hicimos amigos y se convirtió en aliado, en cómplice y el as bajo la manga que aparece cuando todo parecía estar perdido. La dirigencia estudiantil, en la compleja FACSO, no hubiera sido lo mismo sin el Pedrito y el Juanito (jubilado), su compañero de labores. El FotoClub, la primera etapa de Radio FACSO y el Club de radio, las Asos en que estuve, los eventos académicos y hasta las fiestas en el patio dependían más de Pedrito y Juanito, que del mismo Decano.

Desde prestarnos un aula para los talleres vacacionales, hasta dejarnos subir al techo del edificio para descender a rápel, Pedrito se la jugaba con nosotros. Desde informarnos cuales son los profes fregados hasta quedarse con nosotros limpiando el patio después de las fiestas, Pedrito siempre estaba. Hombro a hombro cargamos las cajas de libros desde el Centro Integral de Información cuando recuperamos la Biblioteca para la FACSO. Juntos lavamos brochas y trapeadores en las mingas para reactivar la Radio. Defendimos juntos al gremio de empleados y trabajadores de la UCE y a las “señitos” de los caramelos. Podría seguir contando aventuras, pero prefiero detenerme aquí, para quedarme con estos lindos recuerdos.

Un ser extraordinario, sencillo, honesto y respetuoso, siempre dispuesto a ayudar. Con esa fotografía me quedo del mejor aliado que tuve durante mi paso por la FACSO.

En paz descanse Pedrito Simbaña.

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‘Hombres de papel’: homenaje al periodismo con whisky y tabaco

 
Santi Giménez autor junto a un ejemplar de su último libro ‘Hombres de papel’ (Fotomontaje -MA). 

Metropoliabierta. “Si no se puede quemar, un diario no vale nada”. Santi Giménez (Barcelona, 31 de octubre de 1968), delegado del diario AS en Cataluña y periodista de raza, aborda la crisis del periodismo escrito con muchas más dosis de humor e ironía que de crueldad en Hombres de papel (Editorial Catedral), una novela ambientada en la decadente Benidorm en la que comparten aventuras tres personajes excéntricos que buscan venganza contra el magnate que arruinó sus carreras. Hombres de papel es una novela que atrapa desde la primera frase: “¿Qué coño hacemos en Benidorm”. En la misma divagan los tres protagonistas y otros personajes extravagantes, alcohólicos y golfos a partes iguales, que reviven su pasado más lustroso y algún que otro capítulo escatológico memorable. Giménez niega que Azco, Spock y Collins se correspondan con periodistas reales, pero muchas frases las escuchó de Miguel Rico y Lu Martín, sus grandes referentes periodísticos, con Alfredo Relaño y Fernando Borderías.


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