Abel Peña, periodista español.
Abel Peña, SER. En este trabajo se coincide bastante con policías, sobre todo si eres reportero de sucesos. Por supuesto, los policías son una fuente de información muy valiosa, pero cuesta bastante ganarse su confianza. En realidad, yo creo que ambas profesiones tienen algo en común: a menudo nuestra presencia incómoda a la gente, pero exigen que acudamos inmediatamente cuando nos necesitan. Además, la Policía tiene que tratar a menudo con gente que denuncian molestias como si fueran delitos, y yo tengo que soportar llamadas de gente que cree que cualquier cosa que le pasa es una noticia.
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Abel Peña, SER. No me gusta la cinta policial. Rebaja al periodista a la misma condición que los curiosos que se acercan a sacar fotos con sus teléfonos móviles, nos obliga a codearnos con marujas y ancianos ociosos que se acercan para preguntar qué está pasando y se tapan la boca, asustados, cuando se lo contamos. Soy consciente de que mi labor es informar, pero prefiero esa figura abstracta, casi teórica, unidireccional, del lector, la impunidad del que envía cartas sin remite. A menudo jugamos con los policías al escondite inglés, tratando de acercarnos lo máximo posible, tensando el cordón policial, como quien tensa la cuerda, antes de que nos obliguen a retroceder. Mi vena ácrata siempre se pone a palpitar.
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