Regresaba a su casa después de
una fiesta. Era de madrugada y, en las calles de su barrio Azcapotzalco,
ubicado en el norte de Ciudad de México, reinaba el silencio. A pocas cuadras
de llegar fue interceptada por una patrulla de policías. Se apresuró a tocar el
timbre de la primera vivienda que encontró.
Los uniformados ofrecieron
acercarla a su domicilio. Tenía 17 años y fue violada por cuatro oficiales en
el interior del auto. Es lo que relató cuando, junto a sus familiares, presentó
la denuncia el 3 de agosto de 2019.
Cinco días después, en la misma
ciudad, en el Museo Archivo de la Fotografía, un agente de la Policía Bancaria
e Industrial fue detenido por abusar sexualmente de una chica de 16 años, en
uno de los baños del edificio.
El 10 de julio, cuando aún no
se reportaban los casos descritos, dos policías violaron a una mujer de 27 años
en situación de calle. La encontraron inhalando “activo” y le dijeron que la
presentarían ante el Ministerio Público. Después de subirla a la parte trasera
de la patrulla, condujeron hasta un hotel, en el que -sin registrarse, ni
pagar- la violaron. Uno de los culpables es procesado por el delito flagrante;
el otro, está prófugo de la justicia.
Lo que tienen en común estas
historias es que fueron perpetradas por “profesionales” encargados de velar por
la integridad y seguridad de las personas. Este hecho, que ha causado conmoción
en México, desató de protestas bajo la consigna: “No me cuidan, me violan”.
Mientras la impunidad hace su
parte, los titulares se concentran en hablar sobre cómo las activistas
“pintaron” de morado a Jesús Orta, titular de la Secretaría de Seguridad
mexicana, apuntando que se trata de un acto de “provocación” a una autoridad
que lo único que intentaba era “dialogar con la prensa”.
Roque Rivas
Zambrano
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Forbes. Activistas lanzaron brillantina
color morado a Jesús Orta, titular de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP)
de Ciudad de México como protesta por el aumento de casos de policías acusados
de violación contra mujeres en la capital.
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