¿Qué hace que una historia sea buena? Todas las personas
tienen episodios dignos de contar. En mis clases, cuando hablo de la crónica
digo a mis estudiantes que por cada habitante de una ciudad hay un relato por
recuperar. Sin embargo, no siempre son materia prima para quienes nos dedicamos
al oficio.
En las últimas décadas impera la necesidad de ponerle rostro
a las problemáticas sociales y a los datos. No es lo mismo lanzar una cifra
-aunque sea muy importante- que retratarla a partir de una realidad específica.
Contar historias nos hace sensibles ante el dolor de los demás, nos obliga a
imaginar, al menos por segundos, lo que sería estar en sus zapatos.
Lo segundo, además de olfato para resaltar las experiencias
de los otros, es la escritura. Es de vital importancia no perder de vista
recomendaciones que hacen expertos. Entre los consejos planteados por Fernando
Quiroz, periodista colombiano, está plantear al lector en los primeros párrafos
las convenciones de la narración: quién cuenta la historia, en qué tiempo, en
qué tono.
No avanzar en la redacción mientras no se esté completamente
satisfecho con el comienzo de y recordar que los personajes tienen necesidades
cotidianas y preocupaciones mundanas. Es fundamental no dejar cabos sueltos.
Buscar siempre la sencillez del lenguaje. Lo que no se entiende fácilmente no
es un adorno sino un estorbo.
Y sobre todo trabajar en la descripción. Ser los ojos del
lector, llevarlo de la mano, contándole lo que está sucediendo, sin aumentar ni
disminuir los detalles. Al final, si somos observadores, podemos descubrir que
la realidad casi siempre supera a la ficción. Lo que hace buena a una historia
es, en definitiva, su capacidad de provocar que quienes la leen la experimenten
y se identifiquen con ella.
Roque Rivas Zambrano
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