Hace días
escribí una propuesta para investigar la historia de la Facultad de
Comunicación Social (Facso) de la Universidad Central. Después de preguntar a
docentes, autoridades, técnicos y personal administrativo sobre una memoria de
la institución y conseguir respuestas evasivas o fragmentadas, pensé que es
fundamental hacer una arqueología de los hitos de esta institución en la que se
formaron las primeras generaciones de periodistas del país.
Identifiqué
dos momentos trascendentales: el surgimiento de la Escuela de Periodismo en
1938, y de la Escuela de Ciencias de la Información en 1963. Preceden a la
formación de la Facultad como tal en 1985. Es curioso ver que la motivación
inicial terminara convirtiéndose en apenas una asignatura de la carrera de Comunicación
Social. Este desplazamiento progresivo provoca que el periodismo sea visto como
una profesión menor, que deja pocos réditos económicos y que, con la apareción
de las nuevas plataformas tecnológicas, está en riesgo de desaparecer.
Una de las razones
de haber perdido la perspectiva es que la mayoría de jóvenes no sienten pasión
por este oficio, muchas veces desde la misma Academia relegado. Recuerdo una
escena de la película argentina El secreto de sus ojos, en el que Pablo
Sandoval, el asistente de Benjamín Espósito, un agente judicial retirado, hace
una reflexión y le dice: “Una pasión es una pasión. Se puede cambiar de todo:
de cara, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no
se puede cambiar, Benjamín. No se puede cambiar la pasión”.
Cuando uno
siente ese apasionamiento por el oficio, está convencido de que nunca va a
desaparecer y que, a pesar de todos los obstáculos, es posible seguir haciendo
un periodismo comprometido y beneficioso para la sociedad...
Roque Rivas
Zambrano
***
No hay comentarios:
Publicar un comentario