Una refugiada afgana asiste a clase en Karachi, en Pakistán, en septiembre de 2023. (Shahzaib Akber, EFE).
Ellaha Rasa, El País. Las amenazas han perseguido a Baran (nombre ficticio) en los seis años que lleva trabajando en los medios de comunicación. Pero desde que los talibanes se hicieron de nuevo con el poder, en 2021, su trabajo se ha tornado prácticamente imposible. Esta joven de 24 años es un ejemplo del destino que sufren la mayoría de las periodistas de Afganistán, que han tenido que dejar de trabajar, escribir de forma clandestina o directamente abandonar el país, muchas de ellas debido a las graves amenazas sufridas. “Es insoportable”, resume Baran desde el oeste del país, denunciando que hay una “discriminación de género” y una “misoginia” generalizadas por parte de las autoridades de facto, que solo quieren tratar con hombres. “Como somos mujeres y no tenemos una carta de acreditación de la oficina del gobernador, los funcionarios no quieren reunirse con nosotras, darnos entrevistas o responder a nuestras llamadas”, detalla.
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