María Sol Borja, periodista ecuatoriana.
Primicias. Hay gobiernos que censuran de frente. Otros prefieren algo más eficaz -y más perverso-: escarmentar selectivamente para que el resto -periodistas, medios y ciudadanos- entienda el mensaje: quien disiente, quien cuestiona, quien desmiente la versión oficial, quien incomoda o desafía, debe ser silenciado. No hacen falta purgas multitudinarias; basta con ejemplificar. El hecho más reciente involucra a Enrique Alcívar, reportero veterano, suspicaz e insistente, con casi tres décadas cubriendo política y justicia. Se había convertido en un interpelante incómodo en las ruedas de prensa de la vocera presidencial, Carolina Jaramillo, quien en tiempo récord ajustó su discurso a la línea política de ADN, pese a haberla criticado con firmeza en otro momento. Ese ajuste ideológico parece hoy requisito para integrar el personal al servicio del oficialismo.
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