La coyuntura política generó severos enfrentamientos entre
usuarios de redes sociales. Insultos, ataques, discusiones violentas dominaron
estos espacios, convertidos en plataformas para evidenciar el descontento ante
el proceso electoral que vivió el Ecuador desde el domingo pasado.
El conteo de votos fue uno de los detonantes. A raíz de que
el CNE desglosó los resultados por provincia, muchos se concentraron en atacar
a Manabí, donde Lenín Moreno obtuvo el 53, 82% de los votos frente a 17, 96 que
consiguió Guillermo Lasso.
Frases como “No vuelvo a Manabí a dejarles un dólar”,
“Devuelvan los atunes”, “Manabí te mereces otro terremoto” o “Ni el terremoto
les acomodó las neuronas”, circularon a través de Twitter y Facebook. En estos
mismos circuitos se difundió un audio en el que se ofende a los manabitas.
Estas declaraciones se le atribuyeron a César Monge, director nacional del
movimiento Creo.
Los agravios generaron diversidades de respuestas,
concentradas bajo una etiqueta que se convirtió en tendencia: #ManabíSeRespeta.
Este enfrentamiento es un ejemplo del discurso de odio que
se reproduce en las redes sociales. Recientemente, en el portal Clases de
Periodismo, se publicó un artículo en el que se comenta que, según estudios
científicos, un individuo tiene aproximadamente 60 mil pensamientos al día, de
ellos la mayoría son negativos.
Las redes sociales son sitios que estimulan a quienes las
emplean a publicar constantemente lo que están pensando. Expertos en el tema
coinciden en que el anonimato es una de las condiciones por las que la gente
expresa rencor, dice mentiras y se aprovecha de la “libertad de publicar” para
violentar derechos. La falta de una regulación de estos espacios (y de
consecuencias para los que atacan) es otro aliado del creciente y peligroso
odio “online”.
Roque Rivas Zambrano
roque@lahora.com.ec
roque1rivasz@gmail.com
salvataje@yahoo.com
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