El libro se llama Intocables. ¿Todavía lo son?
-Siguen siendo intocables porque han aparecido muy pocos nombres. Nosotros, que somos un pequeño diario catalán, tenemos más de un centenar de personas de las que no hemos podido decir el nombre todavía. Y no los hemos podido publicar porque son gente poderosa y, por tanto, necesitamos salir con muchos casos inapelables, pero nos encontramos con que todavía hay mucho miedo. Afortunadamente, el paradigma está cambiando.
¿Cómo se entrevista a una víctima?
-No existe ningún manual. Lo hemos ido descubriendo a lo largo de estos años y diría que lo que buscan es que se las escuche con respeto. Sin pena, sin compasión. El otro día con una chica de la que he hecho un reportaje ya quien tengo en mucho cariño hablábamos de eso y ella me dijo cuatro palabras que lo clavaron: “una mirada que escucha”. Y que acompaña. Ahora que nuestra directora no nos siente: muchas veces hemos acompañado a gente de la que hemos estado cerca durante cuatro años y quizás todavía no se ha publicado ningún artículo de su caso.
Un purista te diría que debe mantenerse distancia con las fuentes.
-Hemos hecho cafés, acompañado a gente a abogados, nos hemos interesado por cómo están... Y lo hacemos porque cuando el periodismo trabaja este trauma quedarse al conseguir el titular sería deshonesto. Este trabajo requiere cierto acompañamiento, que obviamente no haces con todo el mundo, porque sería imposible. Al final, hablamos con miles de personas.
Esta política personal te ha llevado incluso a visitar a familiares de víctimas.
Esto fue el 4 de abril del 2022. Y me acuerdo muy bien porque es justamente el día que empiezo a ver las consecuencias de mi trabajo y mi cabeza empieza a nublarse. ¿Cómo podía decirle que no a una persona con la que llevaba meses hablando y me ha contado su dolor? Ella quería que fuera a ver a su tía abuela de más de 90 años. "Necesito que ella compruebe que estoy en buenas manos", me dijo. ¿Perdí una hora de mi vida? Creo que no. ¿Le debo una hora al diario? Creo que tampoco.
¿Y cómo se entrevista a un acosador?
-Tienes que ir muy seguro de lo que tienes. Tienes que ir sin rabia, aunque la rabia te empuje a encararte, a mirarlo a los ojos ya no echarte atrás. Pero, sobre todo, debes ir teniendo un patrón de conducta muy bien identificado. Y sabiendo que la mayoría de las veces te lo niegan o te insultan. La amenaza ha sido constante a lo largo de estos seis años, pero si tú te limitas a contar hechos esto te da una máxima seguridad ”
O te amenazan.
-La amenaza ha sido constante a lo largo de estos seis años, pero si tú te limitas a contar hechos, y estos hechos han pasado repetidamente durante mucho tiempo, esto te da una máxima seguridad. Y también hay personas desmoronadas, que te trasladan la responsabilidad de lo que va a pasar. Me pasó con Albert Benaiges, a quien conocía porque yo venía del mundo de los deportes. Después de hablar dos horas con él, me dijo: "Mi vida está en tus manos". Pero nosotros no somos jueces: sólo explicamos lo que ha pasado. Supongo que es un mecanismo de defensa, como cuando un familiar nos dijo que Albert se iba a lanzar al tren. Cada agresor puede responder a un patrón diferente: hemos encontrado desde el seductor que actuaba engañando y enamorando a mucha gente hasta el ogro más baboso, que actúa torpemente.
Cuentas cómo el entrenador y abusador Leo Armentano iba
haciendo like en las fotografías de Instagram donde salían tus hijos. Y Joan
Ollé te enviaba mensajes diciéndote gusano, babosa o sicario malparido.
-Al Armentano no le di importancia. Entendí que sólo era un mensaje, una forma de decirme “Sé que me estás investigando”. El otro caso es diferente: tener a Ollé durante un año y medio persiguiéndote... pues eso pesa. No fue fácil porque es una persona con unos altavoces muy grandes y sus amigos salieron rápidamente a defenderle. Pero lo que más me dolió es cómo la gente de su alrededor menospreció totalmente a las chicas que lo sufrieron. Un ilustre abogado dijo que eran “chismes anónimos”. Pues no: había gente identificada con nombres y la inicial del apellido que, por tanto, rápidamente podías saber quiénes eran. El testimonio del hombre poderoso, el intocable hasta entonces, tuvo mayor valor que el de una docena o una quincena de chicas que habían expuesto las situaciones que habían vivido con él y que estaban fuera de lugar.
Ya lo pongo yo, el nombre del abogado ilustre: Xavier Melero. En un artículo en La Vanguardia incluso sugería que la muerte prematura de Ollé podía relacionarse con su caída en desgracia. Otro argumento que aparece a menudo: ellas no pusieron denuncia.
-Sí, es un argumento que se utiliza mucho. Vale, no hay denuncia: ¿y qué? Si el periodismo no existiera, muchas de estas historias nunca verían la luz pública y los acosadores continuarían campando libremente. Además, a menudo no existen denuncias porque muchas de estas historias están prescritas. O porque algunas no se ven con corazón de empezar un proceso judicial. O porque no pueden pagar ni los 600 euros que les pide un abogado o abogada para iniciar el procedimiento. Una de las pocas vías que hay, no sé si de reparación pero como mínimo intentar concienciar a la población, somos los medios de comunicación.
¿Falla la justicia?
-En casos prescritos no falló la justicia, sino la ley, que se cambió pero no es retroactiva. Y, en cualquier caso, los diarios no siempre debemos denunciar delitos. También podemos entrar en sí un comportamiento es ético. Todavía hay mucho miedo a este tipo de gente, en definitiva. Mucha gente espera que sus padres no estén para contar un abuso, para que no se culpabilicen.
Una fuente de silencio no tan obvia como el miedo es el deseo de evitar extender el trauma a las personas del entorno inmediato, por no hacerles sentir culpables de omisión o ceguera. Incluso admites haber dudado alguna vez sobre si, más allá del interés social, lo conveniente para alguien puede ser no reavivar el caso en la prensa.
-Mucha gente espera que sus padres no estén allí para contar un abuso, para que no se culpabilicen. Uno de los casos que cuento es el de la mujer de 71 años que envía un mensaje de ocho segundos al buzón del diario explicando que de pequeña hacía natación y pasó un infierno: Margarita había estado 60 años sin contar años de violaciones cuando era joven. No lo sabía ni su hija. Yo le dije que no podía publicarlo hasta que no lo hubiera hablado con ella. En el caso del Aula de Teatro de Lleida muchos familiares no sabían qué había pasado exactamente. Buscamos un relato muy coral, poniendo los nombres al principio, antes de la explicación de los abusos, por no tener que decir qué le había ocurrido a cada una con pelos y señales.
Las instituciones no quedan muy bien paradas en el libro. Cuando se las alerta parecen buscar más la autoprotección que el saneamiento.
-Mucha gente intuía que ocurrían cosas, pero miraba a otro lado porque era un tabú. Ahora la mayoría de instituciones acaban despediendo al agresor... con un acuerdo y una indemnización. El cambio de paradigma será cuando una institución diga: “Te foto en la calle porque me creo a las víctimas, y si laboralmente me quieres denunciar, nosotros batallaremos”. Tendría un poder simbólico y enviaría un mensaje muy bonito. No me sirve un comunicado de prensa de cuatro líneas, con apoyo a las víctimas, si después pactas con el agresor. Yo tengo un listado de 150 presuntos agresores, pero cuando publico un tema, ya no son presuntos.
¿Cómo se hace para creerte a las víctimas de entrada, sabiendo que sólo el 0,1% de las denuncias acaban siendo falsas según el propio CGPJ, y al mismo tiempo mantener la presunción de inocencia del agresor?
-Que tú te creas ese relato, que tengas un punto de activista incluso cuando llevas seis años dedicados a esto, no quiere decir que yo no tenga que hacer de forma impoluta mi ejercicio periodístico. ¿Qué significa esto? Verificar los relatos y encontrar el patrón. Hemos sido muy cuidadosos, incluso te diría cobardes, porque no nos hemos conformado con un caso único sino que hemos perseguido a siete, ocho o doce testigos en la mayoría de los relatos. Ha sido nuestro método a la hora de verificar todas estas historias. Yo tengo un listado de 150 presuntos agresores, pero cuando publico un tema, ya no son presuntos.
¿Cuál es el objetivo del libro? Te lo pregunto porqué se mueve entre varias aguas. Existen los casos, pero también explicas el peaje psicológico que has pagado y que tú llamas nublamiento.-Mucha gente me pregunta si es un libro que me sirve también para sanar de ese dolor que me ha afectado desde hace dos años.
A mí me pareció tener un punto de exorcismo, francamente.
-Aún no tengo herramientas, o suficiente perspectiva, para ver si el libro me ha ayudado a superar ese dolor. Sí me ha servido para aún reflexionar sobre ello. Y preguntarme sobre el porqué de mi profesión. Me he estado semanas planteando si debía dar voz o no a un agresor que se encontraba con una víctima en una entidad llamada Àngel Blau. O me pregunto: ¿qué implica realizar una entrevista a Dani Alves? Cosas de éstas.
Pues venga: ¿se le debe dar voz a Dani Alves?
-Un abogado me dijo un día: "Todo el mundo tiene derecho a una defensa, pero no hace falta que sea yo". Mi posición periodística podría ser la misma. Lo que los demás hagan, no soy nadie para juzgarlo. No estoy aquí para dar lecciones, sino que me baso mucho en mi experiencia, mi experiencia y mi opinión.
Adentrémonos en la niebla, si quieres. Uno de los factores que te ha afectado mucho es la presión autoimpuesta por publicar.
-He llegado a marchar a media tarde del diario sin decir adiós, por vergüenza, a pesar de haber entrado dos horas y media antes que la mayoría de la redacción que da el horario típico de prensa, más de noche. Y esto es un error, pero vengo de una forma de hacer que es caduca y es de otra época. Esta mochila a mí me ha costado mucho quitármela. Al final, cuando veo que pasan meses y no tengo ningún tema mayor padezco, aunque publique muchas cosas en el día a día. Y eso que el diario se ha llevado muy bien. No diría que me pone cero presión, pero muy poca. Pero esta libertad pesa muchísimo.
La presión para publicar mucho y hervir la olla de los clics es uno de los males generales del periodismo. Cuesta sustraerse a esto.
-Hay mucho clickbait. Revisas las webs de los diarios y la mitad de los temas son pescaclicos. Supongo que estamos en un momento de cambio pero el cambio está durante 20 años. Desde que he entrado en esta profesión que estamos en un momento de impasse y nos preguntamos cómo debemos monetizar ahora nuestro negocio. Yo tengo una mirada periodística y lo llevaría todo a mi terreno, hacer mejores temas, más pausados, no publicar tanto... Es verdad que, a veces, publicas una historia y siete horas después ha desaparecido del medio para el que trabajas.
El periodismo repuesto cuesta encajar en la rueda del hámster de la actualidad, que se lleva todo lo que tiene por delante al poco tiempo.
-Bueno, a veces he podido enfadarme con mi propio diario, que es lo mismo que me da esta entrevista hoy, ¿no? Temas que creo eran importantes y que yo encontraba que no se les daba el impacto que requerían. Pero entiendo que, al final, la inmediatez empuja a veces a tomar otras decisiones.
Hubo un momento en que estaba buscando salidas, quería un
nuevo horizonte ”
“Tengo que evitar que mi cuerpo siga supurando por no acabar de perderme en la niebla, cada vez más espesa, y, si quiero curarme, debo reinventarme dentro o fuera de la profesión”. Poca broma, si has pensado en dejarlo.
-Quizás se junta también la crisis propia del momento y tal vez la del periodista con la crisis de los 40. Pero sí, hubo un momento en que estaba buscando salidas, quería un nuevo horizonte.
Lo dices en pasado, así que me alegro como lector, como compañero, por el diario y, espero, también por ti.
-He encontrado cierto equilibrio, creo que todavía tengo cuerda para algo más. ¡No sé si es una buena noticia, pero...!
El libro recoge mucho esa lucha interna. Dices que
cierras una etapa. Dice que este libro es un punto final. Pero también dices
que "habrá un último intento".
-¿Ves? Al final, hemos publicado dos o tres por ciento de todos los temas que tenemos. Esto significa más de un centenar de presuntos agresores de los que tenemos historias. Situaciones que quizás merecen un artículo o no, pero que son éticamente muy reprobables. Yo tengo una deuda moral con toda la gente que ha hecho el esfuerzo de venir a tomar un café, que se ha vaciado, que se ha sincerado, que ha llorado, que te ha contado su trauma más doloroso. Me siento muy responsable de ellos, y eso es de las cosas que más me pesa: no haber dado respuesta a su anhelo, porque ese artículo seguramente es la única vía de reparación que tienen, la única vía de cierta justicia.
3% de casos publicados. ¿Qué pasaría en el país si apareciera el 97% restante?
-Explotaría, porque hay nombres muy importantes y se llenarían diarios, telediarios y programas radiofónicos durante semanas. Al final, ¿quién ejerce el mal poder? Pues quien tiene el poder: gente importante, influyente. Y tenemos de todos los ámbitos: política, ocio, entretenimiento, periodismo, empresa...
En cualquier caso, no te arrepientes.
-Sin duda lo volvería a hacer, con la misma energía o incluso más.
¿Y qué cambiarías?
-Contactar antes con el agresor. Aquí pecamos del miedo a que, si los alertamos con tiempo, puedan hacer una explosión controlada. Hay agresores que lo sabían de dos meses antes, también, pero otros sólo con 48 horas de margen. Y algunos lo saben desde hace tres años y no hemos publicado su nombre. Y, después, algún desencuentro que he tenido. Lo que debía ser el día más feliz de mi vida profesional, que cuando publicamos el reportaje sobre los abusos en el mundo del deporte, lo paso llorando 24 horas porque he fallado a una de las víctimas y la he revictimizado . Son pequeñas situaciones fruto de la inconsciencia, por no saber hacer, porque no es fácil y porque cada persona responde de una forma diferente.
Es una paradoja cruel, que para conseguir el bien general pueda acabar causando sin querer un mal particular.
-El periodismo causa dolor. Yo he causado mucho dolor porque he reabierto heridas que quizás la persona no estaba dispuesta a reabrir. La novedad que hemos aportado al ARA con estas investigaciones es la de ir a buscar testigos nosotros: ser proactivos y llamar a puerta fría. Ahora bien, cuando llamas a la puerta de alguien, le envías un correo o la vas a ver en un gimnasio de un bosque a las afueras de Barcelona y les dices "Quiero hablar contigo porque creo que tienes una historia", puede pasar que sí, que te abran la puerta... pero no sea su momento.
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