miércoles, 7 de febrero de 2024

'Mi viejo'

Victor Vizuete Espinoza, periodista ecuatoriano.

Víctor Vizuete Espinosa, Facebook. Mi viejo fue un ser humano lleno de certezas. Aunque inmerso en la anquilosada tradición de la primera mitad del Siglo XX, tenía un espíritu diferente: libre, curioso y rebelde. Fue un gran deportista, tanto en el fútbol como en el ecuavoley. Y aunque solo se graduó de bachiller en el Patrón Mejía y fue un obrero muy calificado en su pulcra vida laboral, tuvo dos gustitos culturales que solo poseían -en su tiempo- las personas pertenecientes a los estratos más apergaminados de la estrecha sociedad quiteña: amaba el cine y la lectura.

Todavía tengo, casi escondidos entre los que pertenecen a mi cosecha, algunos libros que, por la senectud de sus hojas y portadas, parecen viejos y añosos árboles a punto de resquebrajarse. No son incunables, pero casi. El Conde de Montecristo, Los Miserables y el Jorobado de Notre Dame son tres de ellos.

Y aunque nunca fuimos ricos y pasamos por varias estrecheces, don Julio (mi viejo) nunca dejó de comprar los textos que podía. Recuerdo fueron -para mí y mis hermanos- verdaderos días de fiesta cuando llegaba cargado de toda la colección Salvat, de la colección de la Fauna, o de la Colección Juvenil Ilustrada Ariel, de la Biblioteca Básica Salvat, de la Colección Antares o de los Clásicos Ariel de la Literatura Ecuatoriana. Colecciones y enciclopedias que están repartidas entre sus seis hijos.

Claro, como siempre tuvo un trabajo muy duro y sacrificado, no podía dedicarse a la lectura como le hubiera gustado hasta que encontró un remedio para que esa afición no fallezca: empezó a comprar esos mini relatos románticos y de "chullas y bandidos" que podía leerlos en los escasos y cortos descansos que tenía. Obviamente, ese gusto paterno también se me pegó como si fuera gripe y empecé a leer ávidamente las historias de Corín Tellado y Marcial la Fuente, por poner dos ejemplos.

Hasta ahora, esa práctica se me ha vuelto un ritual: a un libro de Borges, de Murakami, Isabel Allende o de Madeline Miller siempre acompaño una historia de algún héroe del oeste o alguna revista de Condorito... O algo parecido.

Si alguna moraleja que podría sacar de esta práctica sería la de que hijo de tigre sale rayado. Gracias viejito por darme el regalo más preciado.



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