Alexis Cuzme, Academia.edu. En el principio fui un lector. Siempre que me volvía a
preguntar ¿Para qué hacer periodismo metalero en una ciudad y país donde pocos
demuestran interés en lo que gira alrededor de sus bandas, lo que cantan y el
mensaje de fondo?, ¿Para qué invertir horas y recursos en un trabajo de esta
naturaleza? ¿Para qué pensar y exponer ideas a otros? Cuando me volvía a
cuestionar mis acciones y decisión de continuaren mi cruzada periodística,
recurría a mis archivos de revistas. Pilos de ellas, internacionales y
nacionales, nuevas y no tan nuevas, subrayadas y casi intactas. Revistas llenas
de crónicas de festivales icónicos a nivel mundial, de biografías de bandas que
hace veinte años eran solo nombres en busca de un lugar en el cual
visibilizarse, de reseñas ácidas y melosas, de columnas donde los expertos
melómanos hacían de las suyas, y de entrevistas: diálogos tras diálogos en los
que los músicos, a través de las interrogantes de los periodistas, informaban,
se delataban y exponían en sus respuestas.
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