El presidente de Ecuador, Lenin Moreno.
El País. El país latinoamericano afronta la caída del
petróleo y el parón laboral en un año aciago para las cuentas nacionales. Ecuador
oxigenaba su situación económica hace un año firmando un acuerdo con el Fondo
Monetario Internacional (FMI) en la segunda semana de marzo de 2019 que le
permitiría acceder a 4.200 millones de dólares de financiación a cambio de
hacer ajustes en su gasto público, incrementar el nivel de reservas del banco
central y reequilibrar su abultado déficit fiscal. Pero la crisis global del
coronavirus, que ha paralizado al país al imponerse un encierro generalizado
contra la expansión de la enfermedad, y los lánguidos precios internacionales
de petróleo están llevando al límite a la economía latinoamericana que no ha
podido cumplir las metas pautadas con el multilateral y eso ha retrasado la
llegada de los desembolsos previstos.
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El Comercio. Las medidas de restricción para contener la
propagación del coronavirus en Ecuador se endurecieron este martes 24 de marzo
del 2020. El toque de queda regirá desde las 14:00 hasta las 05:00 a partir del
miércoles 25 de marzo.
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La Barra Especiadora. A partir del anuncio de la suspensión de
ingreso por vía aérea, marítima y terrestre a Ecuador entre el 17 de marzo y el
5 de abril, muchos ciudadanos ecuatorianos se quedaron varados en el
extranjero. A pesar de que algunos enfrentan situaciones de vulnerabilidad, la
Cancillería en Quito no ha emitido pronunciamientos claros ni ha tomado medidas
definitivas. Al cierre de este reportaje, el Comité de Operaciones de
Emergencia Nacional (COE) emitió una resolución que dispone la implementación y
ejecución de protocolos para el retorno inmediato de niños, niñas y
adolescentes.
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El País. El coronavirus está en fase de crecimiento
exponencial en muchos países. En Chile los casos se han doblado en dos días,
igual que Brasil, Perú y Colombia. La clave ahora es ver cómo evoluciona la
curva de confirmados y de muertos: ¿crecerán de forma acelerada o se frenarán?
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Gustavo Abad, periodista e investigador de la
comunicación. Antes de esta pandemia de coronavirus que nos obliga a permanecer
en nuestras casas, el tiempo parecía estar organizado de manera pragmática.
Horarios, cronogramas, semestres, horas de entrada y de salida… Todo aquello a
lo que conocemos como el devenir daba la impresión de poder ser controlado,
medido, en suma, moldeado según nuestros deseos. Hoy, durante el séptimo día de
confinamiento, cuando decido escribir esta columna, esa noción matemática y
productivista del tiempo comienza a diluirse.
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El Periódico. Urge que el Gobierno lance un paquete de
medidas que ayude al sector de la prensa a paliar los efectos del parón de la
economía.
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Mónica González, El Faro. Las calles de las ciudades de
más de un tercio del mundo se han vaciado. También en nuestro continente. Nos
ordenan enclaustrarnos para evitar ser infectados o infectar. Y lo hacemos,
salvo los que deben seguir en primera línea de lucha contra el Covid-19, o los
que no tienen dónde. Mientras, la incertidumbre y el miedo se cuelan por los
intersticios de los pequeños espacios de libertad que nos van quedando. Un
terror que se acrecienta al ver una y otra vez en televisión una imagen que
llega desde Italia: camiones que se llevan los restos de los muertos para ser
incinerados en algún lugar lejos de sus familias.
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