En un mundo global
lo local se desvanece en los medios de comunicación. Es común escuchar que los
temas “duros” o “relevantes” son aquellos que tienen trascendencia nacional o
mundial. Por eso, no es extraño que se premien, generalmente, reportajes que
dejan al descubierto escándalos de corrupción dentro de los gobiernos,
negociaciones fraudulentas de servidores públicos o que describan la dura
realidad de fenómenos que afectan toda la región, como la migración en la
coyuntura actual.
Es imprescindible
informar sobre estos eventos que tienen un impacto innegable para toda la
población. Esto no implica perder de vista las cosas que están sucediendo a
pocos metros y que, aunque afecten a un grupo menor y específico, representan
problemáticas que merecen estar en el ojo del huracán y desatar debates
profundos. El reto del periodismo local es intentar mantener visibles las prioridades
de “los vecinos” frente a un conjunto gigantesco de informaciones globales e
impersonales.
Los avances
tecnológicos, lejos de ser una amenaza, son aliados para la proliferación de
medios locales, que han logrado nuevas oportunidades de negocio, diversificación
de contenidos y conexiones directas con las audiencias. No es cerrarse a un
ámbito geográfico concreto sino en ser un puente para quienes, al estar lejos
de su lugar de origen, quieren seguir conectados a él.
Una de las
características de estos medios emergentes es su énfasis en el compromiso con
la comunidad. Se evidencia en su predisposición para escuchar a la gente y a
tener un diálogo más cercano. No implica asociarse con la vecindad, es hacerle
entender que si hay cosas que están mal se escribirá sobre ellas y que, pase lo
que pase, el reportero local seguirá contando historias mínimas, pero no por
eso menos valiosas.
Roque Rivas Zambrano
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