En 2012 los diarios celebraban
una medida que calificaron de histórica: el incremento salarial a periodistas.
En esos días, el expresidente Rafael Correa anunció que los profesionales
titulados en esta área ganarían 817 dólares mensuales y que quienes estuvieran
en el camino para culminar sus estudios no podrían recibir menos de 675.
Hasta entonces los periodistas
estaban entre los trabajadores peor remunerados. No existía ninguna regulación
y eran los empleadores quienes decidían los rubros que fluctuaban entre los 200
y 700 dólares. En la mayoría de casos no se reconocían horas extras ni se
ofrecía seguridad social.
Este año el Gobierno decidió
fijar un único incremento salarial para 21 áreas, entre las que consta la
comunicación. El sueldo de un periodista profesional se estableció en 930,09
dólares. Este monto resultó abrumador para ciertos empresarios, quienes
decidieron aplicar estrategias de no contratación u optaron por emplear a
egresados para que la remuneración fuera menor.
El tema salarial cobró
relevancia nuevamente esta semana, luego de las declaraciones de Roberto Manciati,
presidente de la Asociación Ecuatoriana de Radiodifusión, quien -ante las
circunstancias antes descritas- sugirió eliminar la tabla en la que constan los
salarios mínimos del sector, para que empleado y empleador puedan llegar a
acuerdos.
El fundamento de esta propuesta
resulta irrisorio: la renuncia a lo que se ha conseguido en materia de derechos
laborales sería precisamente lo que abriría más plazas de trabajo para
periodistas. En lo personal, no creo que debamos seguir “sufriendo como perros”
para disfrutar del mejor oficio del mundo. La profesionalización y el trabajo
periodístico de calidad merecen ser reconocidos con un salario digno y justo.
Roque Rivas Zambrano
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