La
encontraron en una alcantarilla. Su cuerpo, cubierto por el uniforme del
colegio, llevaba días en descomposición.
La noticia circuló en los diarios. La explicación de su muerte se redujo a un
acto de venganza. Los familiares de la adolescente, a la que habían reportado
como desaparecida, contaron a los reporteros que era víctima de amenazas, pues
mantenía una relación con un hombre casado.
En las
redes sociales los lectores se apresuraron a opinar. No faltaron los que
culparon a la víctima: “Se lo buscó por andar en cosas indebidas”. Afirmaciones
como esta evidencian que la violencia de género es un problema que persiste, a
pesar de los intentos por erradicarla.
La lucha es
compleja porque implica desmontar modelos impuestos históricamente, en que los
hombres eran “dueños” de sus parejas”. Según el análisis que publicó en el 2014
el Consejo Nacional para la Igualdad de Género, la violencia contra las
mujeres, principalmente en el ámbito familiar, era considerada un asunto
privado.
En Ecuador
a finales de la década de los 80 se debate esta problemática, gracias a al
algunos movimientos. La encuesta sobre relaciones familiares, realizada por el
INEC en 2011, determinó que seis de cada diez mujeres sufrieron violencia
física, sicológica, sexual o patrimonial. Los medios de comunicación no están
exentos de responsabilidad en el aumento o la disminución de esta cifra, porque
a través de la construcción de la noticia se reafirman o demuelen los
estereotipos.
Las
investigadoras chilenas Cecilia Ananías y Karen Vergara recomiendan a los
periodistas no limitarse a contar los hechos a través de relatos policiales o
de familiares, sino incluir información útil sobre cómo proceder, para crear
conciencia en la población e impulsar un accionar preventivo.
Roque Rivas Zambrano
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