Alberto Salcedo en un panel sobre periodismo en Casa de las
Américas. A su lado, la argentina Stella Calloni (derecha) y la cubana Maite
Hernández-Lorenzo (Foto: laventana.casa.cult.cu).
Oncuba. Alberto Salcedo Ramos luce en Cuba como pez en el agua.
Camina como queriendo aprehenderlo todo, disfrutarlo todo, y saluda a quienes
pasan por su lado imitando la jerga y el acento habaneros.
“Consorte” los llama y provoca la sonrisa cómplice de los
aludidos.
Hasta la Isla llegó como jurado del premio literario Casa de
las Américas, cuyos ganadores fueron dados a conocer este jueves, y desde el
primer día dice que se siente en un lugar entrañable, familiar.
“Es por el Caribe -comenta- a quienes nos reunimos para
entrevistarlo. A un cubano lo siento más cerca que a un bogotano, porque el
bogotano pertenece a mi país desde la política pero el cubano pertenece a mi
patria desde lo cultural”.
Salcedo nació en Barranquilla, Colombia, y muestra orgulloso
su condición de caribeño. Nacer en esta región ha sido clave para su
trayectoria profesional, para su defensa a capa y espada de un periodismo que
privilegia lo narrativo, lo vivencial, lo humano.
“En el Caribe somos narradores natos. Este es un territorio
mítico por excelencia, con una enorme tradición oral y una capacidad para la
invención increíble”.
De esa tradición bebió Salcedo. Y bebió bien. En el pequeño
pueblo de Arenal, donde transcurrió su infancia, escuchó mucha música -porros,
ballenatos- y se acostumbró a informarse en los espacios públicos, por la voz
de las comadres, con noticias contadas de manera viva y cercana.
“El periódico se publicaba en el viento”, dice y la frase
tiene todo el sabor de la poesía popular.
Ello, sin embargo, no sería suficiente. Tampoco su probado
talento. Para convertirse en el cronista que hoy es, en el autor de libros y
columnas en publicaciones importantes, en el ganador de premios como el Simón
Bolívar y el Rey de España, Salcedo Ramos tuvo también que apelar a la
disciplina, a la búsqueda, a la lectura. Esta última, afirma, ha sido para él
una fuente única de aprendizaje y también de placer.
“Si algo reivindico para mí es la condición de lector. Es lo que quiero ser. Quisiera morir con un libro en la mano”.
Por suerte, Salcedo ha sido más que lector en sus 53 años.
Narrar es para él, al mismo tiempo, una pasión y un camino. Una senda que
resulta, a su vez, una convicción...
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