Los equipos de bomberos trabajan exhaustivamente en las zonas más afectadas por el terremoto de 7,8 grados que sacudió el país el sábado por la noche dejando al menos 480 muertos.
Infobae, Argentina.- "¡Si alguien me escucha que grite o haga ruido!". Una vez, dos veces, el bombero pega un grito desde arriba de un montículo de escombros. Es que además de los 507 muertos confirmados en todo el país, aún resta hallar los cuerpos de unas 1.700 personas desaparecidas.
"¡Silencio!", exclaman los demás para acallar las palas mecánicas que se mueven por todos lados en este balneario de 253.000 habitantes, en la costa Pacífica ecuatoriana, devastado por el terremoto de 7,8 grados del sábado.
Allí había un pequeño hotel. En la planta baja funcionaban dos tiendas de alimentos y golosinas. "Escuchamos un crujido. Hay vida", dice Freddy Arca, capitán de los bomberos de la ciudad de Portovello, que llegó al lugar el lunes de madrugada junto a 15 voluntarios.
"Sabemos que hay un señor, su mujer y su bebé de dos meses. Es posible que haya nueve personas más", añade, en medio de golpes de almádena, sierras eléctricas, trozadores y taladradoras que reanudan constantemente su ruido ensordecedor...
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