miércoles, 7 de octubre de 2020

El periodismo de Ernesto Che Guevara


Ahora. Escribir más allá de una costumbre personal, era para Ernesto Che Guevara el espejo donde reflejaba sus ideas, en sus 39 años de vida siempre profesó en él este infinitivo que dejó de utilizar un 7 de octubre de 1967, cuando escribiera en las últimas líneas de su Diario de Campaña en Bolivia la siguiente idea: “La noticia parece diversionista”. “Nos dejó su estilo inconfundible de escribir, con elegancia, brevedad y veracidad, cada detalle de lo que pasaba por su mente. Era un predestinado, pero él no lo sabía”. Fidel Castro Ruz.


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Cuba Periodistas. “Te mando el periódico y las proclamas que se han impreso. Tengo la esperanza de que su baja calidad te sirva de shock y colabores con algo que tenga tu firma”. Así le escribió el Che a Fidel cuando le envió el primer número de El Cubano Libre, órgano que fundó en la Sierra Maestra siguiendo la huella del periódico creado por Antonio Maceo durante la Guerra de Independencia contra los colonialistas españoles.

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El Telégrafo. Cuando se intenta justipreciar la vida del Che Guevara (1928-1967) no hay término medio ni visión poliédrica: o es todo malo, o es todo bueno; o es todo blanco, o es todo negro, como el tablero de ese juego del cual él era fanático, el ajedrez. Los meandros de la vida lo llevaron por diferentes pasajes latinoamericanos que lo empujaron a revelarse periodista, no sin el halo literario que debe tener todo cronista, o más bien, todo buen cronista. Aquí repasa su travesía por Bolivia y empieza a escribir con los ojos:   "A las 4 de la tarde se asoma el tren a la quebrada donde está La Paz. Una ciudad chica pero muy bonita se desperdiga entre el accidentado terreno del fondo, teniendo como centinela la figura siempre nevada del Illimani. La etapa final, de unos cuantos kilómetros, tarda más de una hora en completarse. El tren parece que fuera a escapar tangentemente a la ciudad, cuando torna y continúa su descenso".


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Walter Operto. "Llamen a los guardias”, gritó un enfermero y el joven periodista de San Mariano (departamento San Cristóbal) que se había formado en las redacciones rosarinas supo que era el momento de huir. Miró a su fotógrafo y al camarógrafo que se les había unido en Vallegrande, el pequeño pueblo boliviano donde el Ejército estaba exhibiendo el cadáver de Ernesto Che Guevara, y los tres salieron corriendo por los pasillos del viejo hospital colonial Señor de Malta. En el grabador llevaba una primicia mundial: los soldados que habían arrestado al mítico guerrillero revolucionario le habían admitido que había sido fusilado. En el viaje, Walter Operto comenzó a escribir la crónica que tituló “Nosotros vimos matar al Che”. Era el 9 de octubre de 1967.

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