Manuel Marlasca. La atracción de la
información de sucesos es irresistible. Para el público, que devora sus
contenidos en cualquier formato, y para los propios profesionales del
periodismo, que opinan, discuten y hasta esbozan toda clase de hipótesis sobre
la materia prima con la que trabajamos los reporteros de la crónica negra. Por eso
llama poderosamente la atención que los que nos dedicamos a este género seamos
los periodistas más cuestionados desde todos los frentes. Casi cualquiera se
cree legitimado para explicarnos cómo debemos hacer nuestro trabajo o para
afearnos los excesos que -a juicio del opinador- hemos cometido.
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Emelina Fernández Soriano. El ejercicio del
derecho a la información comporta para el periodismo una responsabilidad social
que le compromete con la ciudadanía. La veracidad y el rigor son máximas
consustanciales a toda labor periodística, y el desempeño de esta debe procurar
un necesario equilibrio con otros derechos fundamentales igualmente reconocidos
en la Constitución, como por ejemplo los de la imagen, el honor y la intimidad,
con los que a veces entra en colisión. Delimitar hasta dónde alcanza cada uno y
cómo ponderarlos cuando surge el conflicto es un viejo debate de la profesión
periodística.
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