Nunca como hoy ha sido tan evidente la vertiente política
de la comunicación. Si en etapas pasadas, ella se instalaba en determinados
nichos mediáticos, como la polémica de partidos, la promoción doctrinal, el
proselitismo sectario o las campañas electorales, hoy se podría afirmar sin
riesgo de parecer exagerado que el sesgo político está presente en todo, a
todas horas, en cada escenario de la actividad de los medios. Desde que hace
unos cuarenta años, Armand y Michèle Mattelart nos alertaron sobre cómo leer al
Pato Donald, nuestras miradas han aprendido a escudriñar la política en los
vastos espacios de la ficción, la publicidad, y el juego inocente. Sabemos hoy,
con Ramonet, cómo nos venden la motocicleta y qué compramos, además, junto con
ella.
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