Y en muchos casos, también se dedicaron a la tarea más
fácil, reproducir los mensajes de quienes ostentan el poder político y
califican en sus discursos a las personas mayores como “viejecitos”, sin mirar
que ellos atraviesan la misma etapa de la vida.
Alguno de aquellos periodistas que exaltan a la profesión
como una pasión, como el ejercicio de la ética y la independencia, de la
libertad de expresión, del profesionalismo, de la valentía... pensó por un
instante el miedo y pánico que sembraron en miles de viejos y viejas aislados,
solos, y señalados como el blanco de la pandemia.
Alguno consultó a un especialista que el impacto de ese
lenguaje diminutivo fomenta el edadismo, que no es otra cosa que discriminar a
un ser humano por el simple hecho de tener más años.
Alguno de los considerados “referentes” del periodismo
nacional y que son parte de este grupo etario abanderó la causa de los viejos y
viejas.
Cuántas veces desde el ejercicio del periodismo y desde
la responsabilidad de los medios, en estos tiempos de pandemia, se habló de
DERECHOS HUMANOS DE LAS PERSONAS MAYORES.
Cuántas veces a los periodistas o desde los medios se
escuchó, se leyó o se miró sobre el derecho humano y constitucional al acceso
al sistema de salud público, por citar un ejemplo.
Y en la actualidad, cuántas veces los periodistas
cuestionan a los candidatos a la Presidencia por la ausencia de planes de
gobierno para las personas mayores. A lo mejor no piensan llegar a viejos y por
eso poco les importa su futuro.
Si con la misma vara se mide, así como a las personas
mayores se las califica de “viejitos”, “ancianitos”, “abuelitos”, a los que les
toque, feliz día “comunicadorcitos”.
Con seguridad recibiré más críticas que autocríticas de muchos compañeros periodistas.
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