miércoles, 29 de enero de 2020

Las nuevas amenazas al periodismo vienen de los gobiernos

Glenn Greenwald, periodista estadounidense y Julian Assange, fundador de WikiLeaks.

James Risen, The New York Times. Cuando Julian Assange, fundador de WikiLeaks, fue acusado el año pasado por el gobierno de Donald Trump por la publicación de documentos secretos del gobierno estadounidense casi una década antes, muchos periodistas manifestaron una profunda preocupación por el peligroso precedente que el caso podría sentar para el periodismo de investigación en Estados Unidos. Sin embargo, pocos parecieron considerar que el caso también podría servir como ejemplo para otras naciones dispuestas a frenar la libertad de prensa. El martes 21 de enero, Glenn Greenwald -un periodista estadounidense que reside y trabaja en Brasil-, fue acusado de cometer delitos cibernéticos por una serie de reportajes en los que se publicaron mensajes privados entre funcionarios brasileños que revelaron corrupción y abusos en los más altos niveles del gobierno de Brasil. Los fiscales brasileños que presentaron la demanda penal afirmaron que Greenwald formaba parte de una organización delictuosa que intervenía los teléfonos celulares de funcionarios gubernamentales. El periodista ha negado los cargos (una aclaración: Greenwald es cofundador de The Intercept, donde trabajo como reportero; yo también dirijo el Fondo para la Defensa de la Libertad de Prensa First Look, que es parte de la organización sin fines de lucro de la que forma parte The Intercept). Las acusaciones contra Julian Assange en Estados Unidos y contra Glenn Greenwald en Brasil pueden ser el modelo para una ofensiva global contra la libertad de prensa.


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