Glenn Greenwald,
periodista estadounidense y Julian Assange, fundador de WikiLeaks.
James Risen, The
New York Times. Cuando Julian Assange, fundador de WikiLeaks, fue acusado el
año pasado por el gobierno de Donald Trump por la publicación de documentos
secretos del gobierno estadounidense casi una década antes, muchos periodistas
manifestaron una profunda preocupación por el peligroso precedente que el caso
podría sentar para el periodismo de investigación en Estados Unidos. Sin
embargo, pocos parecieron considerar que el caso también podría servir como
ejemplo para otras naciones dispuestas a frenar la libertad de prensa. El
martes 21 de enero, Glenn Greenwald -un periodista estadounidense que reside y
trabaja en Brasil-, fue acusado de cometer delitos cibernéticos por una serie
de reportajes en los que se publicaron mensajes privados entre funcionarios
brasileños que revelaron corrupción y abusos en los más altos niveles del
gobierno de Brasil. Los fiscales brasileños que presentaron la demanda penal
afirmaron que Greenwald formaba parte de una organización delictuosa que
intervenía los teléfonos celulares de funcionarios gubernamentales. El
periodista ha negado los cargos (una aclaración: Greenwald es cofundador de The
Intercept, donde trabajo como reportero; yo también dirijo el Fondo para la
Defensa de la Libertad de Prensa First Look, que es parte de la organización
sin fines de lucro de la que forma parte The Intercept). Las acusaciones contra
Julian Assange en Estados Unidos y contra Glenn Greenwald en Brasil pueden ser
el modelo para una ofensiva global contra la libertad de prensa.
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