En mis años de editor vi a más
de un reportero huir de la economía. En las redacciones solían denominarla como
una de las “fuentes duras”. Había que lidiar con números, porcentajes, leyes y
medidas financieras, entre otros términos complejos.
El miedo a lo desconocido, y a
las implicaciones de una equivocación impedía que los periodistas que se
iniciaban en el oficio vieran el potencial que tenían los temas económicos y
todo lo que se podía contar de ellos.
Luis Miguel González, director
editorial del diario El Economista de México, en un seminario de la Fundación
para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), enumeró varias ideas para
redefinir la agenda del periodismo económico en la región.
De sus aportes, se podía
concluir que la clave está en desarrollar una agenda propia, apostarle más al
análisis, a la explicación y concentrarse en lo micro. Para González, hacerle
seguimiento a las cuentas públicas y a las empresas es solo una cara de la
moneda. La otra está en las historias de los trabajadores, consumidores,
propietarios de tierra.
Martín Caparrós, periodista y
escritor argentino, logró hacer este ejercicio al escribir su libro ‘El
hambre’. Para abordar y explorar a fondo una realidad (actualmente casi 800
millones de personas no comen lo suficiente), Caparrós viajó por el mundo para
palpar las causas y los efectos de la falta de alimento.
Para él era fundamental dejar de
incurrir en la “pornografía de la miseria” y optar, más bien, por hablar de
personas.
En una entrevista con Carlos
Laorden, para El País de España, el cronista criticó: “Uno piensa en hambre y
piensa en cifras y porcentajes. No en personas. Así se abstrae para quitarle su
potencial de violencia”. Ponerle rostro a las cifras es la mejor forma de
evidenciar el impacto real de los problemas en la sociedad.
Roque Rivas Zambrano
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