Geovanny Tipanluisa, El Comercio.- En la pequeña cocina, al filo del mar, hombres y mujeres
entran y salen. Unos ponen el arroz y el tallarín, otros acercan las tarrinas a
la calle y el resto reparte.
Afuera, unas 30 personas hacen fila para recibir el almuerzo
gratuito. Todos hablan del terremoto. Aseguran que sus casas están cuarteadas,
que las paredes se cayeron, que el techo está en el piso, que los hijos no
tienen qué comer...
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