Hace meses estuve
recopilando información para un ensayo sobre protestas, periodismo y redes
sociales. Me pareció importante abordar este tema después de que los
movimientos sociales, que estallaron en octubre de 2019 en todo el mundo,
pusieran en tela de juicio el papel de los medios de comunicación tradicionales
y reafirmaran el poder de las redes sociales para convocar y para contrarrestar
las versiones oficiales. Después de una contextualización pertinente, en este
texto -que escribí con Natalia Rivas Párraga, mi hija mayor- se esbozaron
conclusiones importantes.
Una de ellas está
relacionada con el uso de las redes sociales como herramienta del oficio. Entre
las ventajas que tiene la Internet frente a los medios tradicionales, anotamos
la temporalidad. La inmediatez dota de dinamismo y agilidad a las publicaciones
‘online’.
Esta atractiva
cualidad puede convertirse en una desventaja mayúscula, si no es abordada con
la responsabilidad, y afectar la calidad de la información restándole
credibilidad. En este sentido, es esencial tener claro que no se puede
anteponer la rapidez a la veracidad. Informar en tiempo real no supone la falta
de contrastación de fuentes y de profundización en la noticia.
Durante las
protestas, se evidenció una necesidad imperante de los lectores por tener una
información verificada. Si bien en las redes se cargaban imágenes, videos,
transmisiones en vivo, datos sobre el saldo de muertos y heridos, fue
complicado comprobar la fiabilidad de la información.
Como dice el
filósofo Byung Chul-Han, autor de la ‘Sociedad de la Transparencia’ (2018), la
masa de información no engendra ninguna verdad. Ver no es igual a entender.
Pese a la abundancia de elementos en red, los periodistas que investigan,
contextualizan y analizan son insustituibles…
Roque Rivas
Zambrano
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