
IDL. Reporteros. En medio de la mayor crisis sanitaria de la historia del
Perú, las ollas comunes se convirtieron en los espacios donde las familias de
barrios populares resisten juntas el embate del hambre. Dice Rosita Cámara que
la madera que arde bajo la olla ennegrecida por el hollín son los pedazos de
una cama que su vecina botó a la basura. Es que conseguir leña para cocinar, en
los días del virus, no es fácil. Hay que arriesgarse a salir de casa y caminar
el cerro buscando palos, virutas en carpinterías, algún plástico, cualquier
cartón y luego juntar todo, “hacer como una casita y prender eso con un fósforo”,
explica Rosita, 40 años, cuatro hijas, cinco nietos. Ella no sabe (todavía) que
dos millones de personas -mujeres y niños, sobre todo- mueren cada año de males
respiratorios -neumonía, bronquitis, cáncer de pulmón- causadas por el humo
contaminante de esos fogones.
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